Wednesday, May 22, 2013


Despuésde las clases de la mañana vuelvo a mi despacho y caigo en la tentación de ver en el ordenador La Strada, una de las pocas películas que me atrapan desde la primera escena hasta la última a pesar de que casi me la sé de memoria.
La Strada, la obra maestra en blanco y negro de Fellini, fue rodada en 1954, y consta de tres actores ―Anthony Quinn, Giulietta Masina y Richard Basehart― y un carromato. No hay escenas impactantes, ni sangre, ni sexo. Sólo un guión bien elaborado y talento.
Al terminar me reafirmo en la sospecha de que los efectos especiales están atrofiando la imaginación de los guionistas y quizá también de los espectadores.
Me pregunto si tantas imágenes disparatadas, tanta locura en 3D, tanto estrépito estereofónico, nos harán perder el gusto por la palabra, por las historias contadas al oído, en voz baja. ¿Hemos perdido la capacidad de fabulación que tenían nuestros padres? ¿Por qué apenas contamos cuentos a los niños?
Leo a San Pablo: fides ex audito… La fe llega por el oído. Creo que voy a prescindir del PowerPoint en las próximas clases de Mariología.
Os preguntaréis qué tiene que ver esto con La Strada. Yo también me lo pregunto.
 

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