Saturday, May 11, 2013




No,querido Charlie. No voy a rectificar mi post de anteayer a pesar de que, en tu autorizada opinión, esté incitando a mis lectores a la desobediencia civil y al delito. Creo, además, que te has pasado seis pueblos llamándome “cura estúpido e irresponsable”. Si no fuera por esos insultos y alguno más que se te ha escapado, habría publicado con gusto tu comentario; pero a un insulto, querido Charlie, sólo se le puede responder con otro, y no estoy en condiciones de competir con tu rico arsenal imprecatorio.
Sin embargo, me apetece ir de nuevo al centro de la cuestión, ya que otros lectores más correctos que tú también parecen partidarios de “poner los cinco sentidos al volante”, evitar a toda costa las distracciones, etc. Ya sabes, las machaconas recomendaciones de la Dirección General de Tráfico.
En mi opinión, esa obsesión por la seguridad puede conducirnos a la más peligrosa de las inseguridades: la del aburrimiento. El ser humano no está pensado para poner “los cinco sentidos” en nada durante más de tres minutos sin caer en la auto-hipnosis o en la catalepsia.  
Uno puede poner todo su entusiasmo en la apasionante tarea de freír unos huevos con chistorra o de preparar una paella mixta; pero, mientras lo hace, será muy conveniente que esté relajado, que oiga música, se tome un vaso de vino o cante a voz en grito “Asturias, Patria querida”. Sus manos no dejarán por eso de trabajar, y lo harán casi sin esfuerzo, con la facilidad de quien ha adquirido unos hábitos profesionales a lo largo de los años.
Del mismo modo, quien se pone al volante de un coche, ajusta el cinturón, enciende el contacto, arranca el motor, mueve el cambio de marcha, pisa el embrague, mete la primera, y acelera poco a poco, no necesita poner los cinco sentidos en cada una de esos gestos. ¡Gran cosa la rutina, que nos permite automatizar la mayor parte de nuestros movimientos para no terminar agotados!
Por eso decía yo anteayer que el conductor necesita un mínimo de distracción para que todo funcione adecuadamente.
Mi amigo Javi, que es hombre poco dotado para la mecánica, aprendió a conducir hace muchos años, pero todavía hoy, cada vez que cambia de marcha, necesita mirar la palanca para comprobar que ha metido la quinta y no la tercera. La primera vez que lo vi, me dije: “he aquí un suicida responsable que pone los cinco sentidos en su auto destrucción”.
Un buen conductor, querido Charlie, debe saber hacer varias cosas al mismo tiempo: masticar chicle, hablar con el copiloto, oír música, cantar, comer palomitas, discutir con el GPS… Sólo así convertirá la conducción en una tarea placentera y segura; alejará el aburrimiento, espantará el sueño y no se saldrá de la carretera. Incluso podrá rezar el Rosario…
―¿También rezar el Rosario?
―También, amigo Kloster. Quien no sepa conducir y rezar el Rosario al mismo tiempo, una de dos: o no sabe rezar el Rosario o no sabe conducir.
Categories:

0 comments:

Post a Comment

ban nha mat pho ha noi bán nhà mặt phố hà nội