Wednesday, May 1, 2013




En todo caso, empresario autónomo. José trabajaba por cuenta propia. Quizá tenía un taller o tal vez sólo un saco lleno de herramientas fabricadas por él mismo. Su pequeña empresa pagaba impuestos, naturalmente. A ver quién se libraba de la inspección de los publicanos.
Tenía un aprendiz o un becario o un chaval en prácticas; todo viene a ser lo mismo. Y fue pobre y millonario al mismo tiempo. Su Esposa era más que un tesoro, más que una joya. Por ella valía la pena dejarse la vida.
Viajaba con su taller a cuestas. Y se instaló en Jerusalén, en Belén, en una ciudad de Egipto durante su exilio.
No armó mucho ruido. De hecho, en el Evangelio no aparece una sola palabra que saliera de su boca. No me lo imagino vociferando detrás de una pancarta. Y menos, soltando insultos frente a las casas de sus adversarios o fomentando el odio de clases.
De acuerdo, Kloster, a lo mejor otros  tienen que hacerlo. No me meteré en ese jardín esta mañana.
¿Carpintero? Tampoco. José hacía de todo… Otro día lo cuento.
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