Tuesday, February 12, 2013



Don Sergio lleva sólo siete meses en Holanda, pero ya ama aquel país como si hubiera nacido allí. Esta mañana he recibido su primer e-mail. Me habla con alegría de los cambios positivos que se han producido en Holanda y del renovado vigor de la Iglesia católica. Pero comprueba que muchos medios son hostiles al Romano Pontífice y lo han demostrado también ahora.

Reflexionando sobre todo esto ha escrito lo siguiente desde Amsterdan para el globo:


El tiempo y la historia nos harán ver con perspectiva y profundidad la decisión del Papa Benedicto XVI de renunciar a su misión de Romano Pontífice. Aunque es un hecho que rompe con más de 700 años de tradición en la Iglesia  – en circunstancias normales como las suyas, sólo ha ocurrido una vez en la historia de la Iglesia (san Celestino V, 1294) – tenemos que estar tranquilos porque la decisión la ha tomado precisamente este Papa, Benedicto XVI: inteligencia preclara, escritor agudo, hombre de Dios, enamorado de la Iglesia, hombre recto, leal, fuerte, amigo de Jesucristo, hijo fiel y devoto de María Santísima.
 
Con ojos y visión propios del que quiere ser un buen hijo de la Iglesia – visión sobrenatural – y con un poquito de visión histórica pienso que se puede afirmar que su decisión ha sido una decisión valiente, coherente, desde la Fe, humilde, justa, ecuménica y “política”, ¡moderna!
 
Valiente, porque se ha atrevido a romper una tradición de la Iglesia – tradición humana, no de origen divino – pero que por ser tradición de la Iglesia Católica, tiene una especial relevancia y significación e impresiona más. Valiente porque le da igual todos los comentarios que suscitaría a favor y sobre todo en contra tal decisión; o las habladurías de la gente frívola y superficial buscadores insaciables de la última noticia, experiencia o sensación.
 
Coherente, porque es fiel a su pensamiento y a lo que él cree que tiene que hacer. Porque es una decisión tomada – fiel a su estilo – en la presencia de Dios, meditada con calma, con tiempo, pensando única y exclusivamente en el bien de la Iglesia. Una decisión racional y llena seguramente de sentimiento profundo (propio de su alma alemana) de amor por la Iglesia y por las ovejas que le fueron encomendadas. Coherente porque ha sido una decisión tomada no en un momento de peligro, cuando la tentación sería huir, sino en un momento de calma en la Iglesia después de haber afrontado por amor a la Verdad y por las miserias de algunos hijos de la Esposa de Cristo, algunos de los momentos más críticos de la vida de la Iglesia, especialmente con el problema de aquellos que tenían que ser pastores y fueron instrumentos del demonio. Ahora, después de un trabajo arduo, profundo, intelectual y pastoral, después de haber purificado y allanado el camino de la Verdad, con la satisfacción y agotamiento del trabajo hecho y bien terminado, agotado, coherente con su pensamiento, cede el timón de la barca a otro hermano suyo para que éste continúe guiándonos con el soplo del Espíritu Santo por el proceloso mar de la vida.
 
Desde la Fe, porque está convencido de que el único Pastor es Jesucristo y quien gobierna la Iglesia es Él con la fuerza del Espíritu Santo. Por eso no tiene miedo a tomar este paso. Y porque lo toma precisamente en el Año de la Fe, nos brinda con su gesto un motivo más para confirmarnos a todos en el hecho de que, en quien tenemos que confiar no es en él, aunque sea el sucesor de san Pedro, con grandes e innegables talentos, sino en Jesucristo Nuestro Señor.
 
Humilde, precisamente porque se fundamenta en la fe, se reconoce prescindible, un siervo humilde en la viña del Señor – como nos dijo al comienzo de su pontificado – que no tiene reparo en reconocer que no le responden las fuerzas físicas para desempeñar su tarea de gobernar la barca. Y porque tiene la grandeza de pedir perdón por sus defectos.
 
Justa, porque sigue en la forma y en el fondo, desde la fe y la humildad, lo estipulado en el derecho de la Iglesia, pidiendo una dimisión legítima a la que tiene todo el derecho de acogerse.
 
Ecuménica y “política”, porque con su gesto hace ver que la Iglesia no sólo es el Papa, aunque tenga la autoridad plena, suprema, universal sobre todo el pueblo de Dios; sino porque el Papa gobierna en comunión con sus hermanos los obispos y vive en comunión con todos los hijos de la Iglesia. Con su decisión ofrece a los poderosos de la tierra y a aquellas iglesias y comunidades cristianas que ven históricamente en el papado un poder absoluto y autoritario, una imagen de desprendimiento de su persona y de su oficio de Pastor de la Iglesia Católica, excelente. No se siente imprescindible. Para él, sólo Dios es imprescindible en la vida.
 
Moderna, porque siendo fiel a la Tradición de la Iglesia en las cosas que son invariables por ser de origen divino, Benedicto XVI tiene la capacidad por su clarividencia y fuerza de voluntad, de tomar decisiones audaces, nuevas, que nos abren los ojos y nos ayudan a discernir lo que es importante de lo que no lo es, a entender en definitiva la Verdad de la vida.
 
Por todo esto, hasta siempre Benedicto XVI, queridísimo Cardenal Ratzinger.
 
 
 
11 de febrero de 2013
Nuestra Señora de Lourdes

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