Sunday, February 3, 2013


Hemosvuelto a leer en la Misa de hoy ese pasaje de la primera Carta de San Pablo a los Corintios qué tantos suspiros arranca a las novias el día de su boda:
“Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los  ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden…”
He leído este capítulo en infinidad de ocasiones, pero hasta hoy no me había fijado en estas cuatro palabras: si no tengo amor
El amor… ¿se tiene, se posee? Sin duda. Es nuestro patrimonio más sólido. Empezamos a recibirlo cuando éramos muy niños. Nosotros nos dejábamos querer y reclamábamos toneladas de cariño porque necesitábamos llenarnos, incrementar ese gran capital para poderlo invertir más adelante.
Un día descubrimos que todos los amores humanos son calderilla en comparación con el amor que Dios nos regala cada segundo de nuestra vida, y supimos que bastaba con no poner obstáculos al Señor para sentirnos llenos, poseedores de un gran tesoro.
¿Qué podemos hacer con un patrimonio tan enorme? Repartirlo sin miedo; darlo sin tasa. Nunca se agotará. 
“Moneda que está en la mano
quizá se deba guardar.
La monedita del alma
se pierde si no se da.”
 
Mejor que Machado lo dice San Pablo:
El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia;  el amor no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta (…) Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca
 

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