Monday, February 4, 2013


Empiezootro curso de retiro en Molinoviejo. El cochecillo ya se sabe el camino de Ortigosa del Monte. Suelo llegar por las tardes, con el sol de frente. Si el cielo está limpio como hoy, las gafas oscuras son imprescindibles. Afortunadamente, en pocos minutos se llenará de sombras la autopista gracias al parasol de la Sierra de Guadarrama.
Por los altavoces del coche suena el Stabat Mater de Pergolesi. Siempre me ha conmovido esta obra, y la pongo a todo volumen cuando tengo que hacer un viaje más o menos largo y monótono.
Voy pensando en la primera meditación, la de esta noche, que será breve y, por tanto más difícil. La llaman “preparatoria”. ¿Acaso no son preparatorias todas las meditaciones? De eso se trata, de preparar el corazón y la mente de los que escuchan para que cada uno haga su oración personal.
También yo debo hacerla, aunque en voz alta. Y, después de tantos cursos de retiro iguales y diferentes, pienso en las palabras de Salmo ―“cantad al Señor un cántico nuevo”―, y me digo que, en rigor, el cantar será nuevo, aunque tenga las mismas notas y la misma letra, con tal de que el que canta no se convierta en un tocadiscos.
Sigo oyendo el Stabat Mater. Es una versión de la orquesta y coros de la Scala de Milán. Creo que la dirige Claudio Abbado. A la soprano Katia Ricciarelli puedo imaginármela sin esfuerzo. Yo sé que no es posible, pero cada vez que oigo este pequeño mp3, pienso que algo ha cambiado en la voz, en el tono, en el énfasis...; que es, de verdad, un cántico nuevo.
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