Las avefrías están en su salsa
Las amenazas de los meteorólogos y sus alertas por nieve y frío se han quedado en nada. Madrid ha amanecido con el cielo limpio de nubes, y aunque el sol llevaba bufanda de madrugada, a la hora del bautizo sobraban los abrigos. Salva se ha portado razonablemente bien, y en el momento cumbre, seis o siete niños se han asomado tanto a la pila que por poco los bautizo a todos.
A las 12 he pasado por la “cooperativa del clero”, donde uno puede vestirse de reglamento a precios razonables y, aunque allí sólo venden libros litúrgicos (misales, breviarios y cosas así), veo que han puesto mis “relatos a la sombra de la cruz” en lugar destacado.
―¿Qué tal es este libro? ―pregunto al encargado―.
―No sé; el autor es conocido ―responde―.
―Ah.
Esta vez no he sido capaz de seguir la broma.
Al llegar a casa recibo un e-mail de don Fernando. ¡Qué grande es mi tío adoptivo!: se ha leído el libro entero y ha hecho un breve elenco de pequeños errores y de sugerencias para tener en cuenta en sucesivas ediciones.
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