Durante muchos años, la ventana de mi cuarto daba a un patio oscuro y sucio. Ahora veo esto desde el balcón, y no me lo acabo de creer.
Ya es primavera en el jardín de mi casa. Los pájaros, que lo saben muy bien, han comenzado a emparejarse, y sus tímidos silbos de invierno se van convirtiendo en gorjeo y canto. El sol, que parecía de hielo hace una semana, hoy es una inesperada caricia en la piel. Debe de ser cosa de San Valentín.
He abierto el balcón de mi dormitorio mientras preparo la maleta. Dentro de un par de horas saldré hacia Miraflores de la Sierra (2 grados menos) para predicar un curso de retiro en "La Acebeda".
¿Cojo los prismáticos? No voy a tener mucho tiempo para usarlos, pero llevan demasiado tiempo en el armario y me miran con ojos suplicantes.
Veremos.
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