Los pescadores, obedientes a la voz de Jesús, echaron la red a estribor y la cosecha desbordó todos sus sueños.
“Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que vinieran y les ayudasen. Vinieron, y llenaron las dos barcas, de modo que casi se hundían…” (Lc. 5, 7)
Hoy, al terminar el curso de retiro, leeremos en la Misa este pasaje del Evangelio. Es el año de la fe y ha llegado el momento de pescar lejos de la orilla, donde los peces son más grandes y quizá más peligrosos.
Echaremos la red siguiendo la voz de Pedro y la pesca volverá a ser milagrosa. Aunque los caladeros parezcan vacíos, el fruto rebosará nuestra barca y la de todos los que se aventuren con nosotros mar adentro.
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