Pieter Brueghel El Viejo vio así la Torre de Babel
Pentecostés fue el reverso de Babel.
En Babel, Dios confundió las lenguas de unos hombres arrogantes que pretendían llegar al Cielo a fuerza de brazos. En Pentecostés el Espíritu Santo volvió a unir todas las lenguas y sanó las entendederas de la multitud para que partos, medos, elamitas, judíos, romanos, vascos, castellanos y catalanes pudieran escuchar el mismo mensaje de salvación.
Lo de Eurovisión fue como Babel, pero en hortera. No era mala idea tratar de unir a los pueblos por la música. Eso es lo que pretendían los inventores de la cosa en 1956, pero, después de casi 60 años de festival, la música casi ha desaparecido. Ahora lo importante son las luces, los colores, la percusión, el baile, los efectos especiales… Y comprar los votos de un país amigo. Las lenguas, como en Babel, no sirven para comunicarse, sino para identificarse.
¿Y el sueño de Morfeo? Fue sólo una pesadilla anunciada.
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