Estoyaprendiendo mucho con mi nuevo trabajo.
Cuenta el Evangelio que el Sembrador lanza a voleo semilla y le basta con que la tierra esté bien dispuesta para dar el fruto de la Sabiduría. Pero “parte cayó entre espinas; y crecieron las espinas, y la ahogaron”.
Veo cada día a personas humildes, generosas, donde la semilla prende con inusitada rapidez. Son los verdaderos sabios. Y, al contemplar la belleza del fruto, me ha venido el recuerdo de algunos teólogos arrogantes en los que la erudición parece crecer y crecer como las espinas de la Parábola hasta ahogar la semilla.
¿Será que la erudición es un obstáculo?
“Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena unos platillos que aturden. Ya podría tener el don de predicación y conocer todos los secretos y todo el saber…” (I Cor. XIII)
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