Nunca se fueron del todo; pero ya están aquí
Llególa primavera también a Molinoviejo. Comprendo que no es noticia, pero tenía muchas ganas de escribirlo.
A las 11 de la mañana la casa antigua se llena de sacerdotes de toda la diócesis que vienen a hacer su retiro mensual. Jesús, que es el predicador, me pide que asista a la tertulia después del almuerzo y aproveche para “presentar” mi último libro.
Los curas castellanos son sobrios de gestos. Manifiestan su adhesión a todo lo que digo manteniendo los ojos muy abiertos y asintiendo levemente con la cabeza.
Vendo cuatro ejemplares, y ya me parece mucho. ¡Si supierais lo que gana al mes un cura de pueblo! Un párroco de la Sierra, que pastorea un pueblo con mucho turismo de fin de semana, me dice:
―Yo compraría tres o cuatro ejemplares para ponerlos a la venta en la iglesia. Pero ya sabes cómo es la gente; se los llevan sin pagar.
―Eso es porque tus feligreses son ricos ―le contesto―, y pasan el finde en el pueblo. Los pobres nunca hacen eso.
Me ha quedado un poco demagógico, pero me temo que tengo razón.
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