He llegado a Madrid por la mañana, y he tenido tantas cosas que hacer que, gracias a Dios, no me he visto en la tele.
--¿De verdad que no ha visto la entrevista?
--Es que no he tenido tiempo.
Supongo que, cuando una mentira es muy evidente, tiene menos trascendencia moral. Sobre todo si se atenúa con una sonrisita de conejo hipócrita.
A las ocho de la tarde, una niña de ocho o nueve años viene corriendo hacia mí y se frena avergonzada a dos metros. Sus padres observan la escena desde la puerta de la iglesia:
--Te hemos visto es la tele.
--¿Y estaba muy feo?
--No. Estabas guapo.
También ella sonríe un poquito como quien está aprendiendo a decir mentiras.
PD. No me reprochéis que haya evitado ver la entrevista. Ya la conocía y mi cara se me aparece cada mañana en el espejo. Sonsoles en cambio seguro que estaba guapísima.
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