En Marruecos también hay una "Mujer Muerta"
Vuelvoa Madrid por unas horas. En Molinoviejo brilla el sol sin mucho entusiasmo, pero no parece que se presente mal el día. Como no me apetece pagar los cinco euritos y medio del peaje de la autopista, tomo la carretera nacional y trepo por el alto del León en medio de un diluvio que aparece inesperadamente. Luego llega la niebla.
A pocos kilómetros de Madrid la lluvia continúa implacable. Dice la radio que son “chubascos intermitentes”; pero, según parece, todas las intermitencias se han dado cita en el parabrisas de mi bólido. Camino de Tajamar, comienzo a especular sobre la etimología de la palabra “chubasco”.
―¿Por qué “vasco”? Podrían llamarlo chugallego o chucántabro, que no toda el agua viene de mi tierra.
De pronto, un camión gigantesco me supera por la izquierda y escupe sobre mi parabrisas una ración de agua y barro, que me saca de mis cavilaciones.
Ya en Vallecas, me dirijo a la peluquería de Amed, mi marroquí preferido, que me deja hecho un pincel por menos de lo que vale el peaje de la autopista. Me habla de los clérigos musulmanes, de la importancia de las mezquitas y del Real Madrid.
―Me han concedido la nacionalidad española ―añade―.
―¿Y estás contento?
―Sí. Ahora me será más fácil irme a vivir a Noruega.
Sonríe de oreja a oreja, y me propone celebrarlo en un restaurante marroquí de la zona donde hacen muy bien el cuscus.
―Yo te invito. Me gusta comer con un cura.
―El próximo día. Tú me invitas, pero pagamos a medias.
Me da la mano.
―Contigo me entiendo.De nuevo en Molinoviejo, aún tengo que preparar las clases de mañana.
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