Thursday, August 15, 2013

 "Los Cristianos". Ayer di un paseo por aquí. Ya no estamos en "alerta naranja", sino en alerta limón.
Sonlas 8 de la tarde del día de la Asunción. Como todos los años en los centros del Opus Dei hemos renovado la consagración de la Obra al Corazón Dulcísimo de María. También en “Los Roques”. Hace cuatro horas, frente al Santísimo expuesto en la Custodia, la directora del curso ha leído las palabras que redactó San Josemaría en 1951 y que ahora se leerán en muchas lenguas ―no me atrevo a decir cuántas― en toda la tierra.
Yo escuchaba en silencio al otro lado del altar, de rodillas, revestido con sobrepelliz y capa pluvial, y, casi sin darme cuenta, iba repitiendo con el pensamiento la oración que ya me sé de memoria:

…te consagramos nuestro ser y nuestra vida; todo lo nuestro: lo que amamos y somos. Para ti nuestros cuerpos, nuestros corazones y nuestras almas; tuyos somos nosotros y nuestros apostolados. Queremos que todo, en nosotros y en nuestro alrededor, te pertenezca y participe de tus bendiciones maternales…
Luego creo que me distraje mirando más allá de la custodia. Las veintitantas mujeres que asistían a la ceremonia se habían arreglado más de lo normal. Estaban todas elegantísimas, vestidas de muchos colores, como corresponde a una solemnidad tan grande y tan relacionada con la belleza de María.
La Mujer del Apocalipsis que hoy aparece en la primera lectura de la Misa es, sin duda, María Santísima en su triunfo final. Y, según San Juan, estaba deslumbrante: “vestida de sol”. Así tenía que ser: Dios la engalanó con su propia gloria para subir al Cielo.
Cerré los ojos y traté de imaginarla con la corona de estrellas, y se me fue el santo al Cielo. En ese momento empezaron a cantar el Tantum ergo.
 

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