Perdonad que haya puesto un pronombre tan personal antes del verbo. Se conoce que me estoy reblandeciendo. Resulta que mañana es el último día de curso en Airaga, y las 28 asistentes empezará a preparar la maleta. Esto es lo malo del encargo que me ha caído en suerte. Recibo a un grupo de hombres o mujeres, de chicos o chicas; doy unas cuantas clases, charlas y meditaciones, hablo con cada uno y cada una, y, cuando ya he conseguido fijar en la memoria las caras, los nombres y tantas historias sin final, se van y me dejan a solas con el lagarto, un reptil melancólico de escasa conversación.
El domingo empieza una nueva actividad. Tengo la impresión que esta vez todas las asistentes serán canarias. Para prepararme he abandonado el huerto y he dado un paseo por el jardín. Me aseguran que hay, al menos, una pareja de búhos chicos canarios. Mañana, sin falta, me lanzo en su búsqueda.
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