Sunday, June 23, 2013




―¿A cuento de qué viene esto?
―A cuento de nada, querido Kloster. Es algo que pienso desde hace años.
Hace tiempo escribí un “elogio del taco”, en el que llegaba a afirmar que una palabrota oportuna, una interjección solemne y ruidosa puede ser lírica pura. ¿No dijo Machado que un poema es sólo “unas pocas palabras verdaderas”? ¿Y qué hay más verdadero, más auténtico y expresivo que un taco oportuno? El taco resume en una palabra lo que un discurso apenas sería capaz de balbucear.
Sin embargo, para que el taco sea auténtico debe sonar con fuerza; ha de salir por la laringe del poeta que lo profiere y llegar al oído del interlocutor con todo su poderío. Cada taco es único e irrepetible. Nace virgen, original, y, aunque la palabra sea la misma, en cada sílaba hay una música nueva, un acento diferente.
El taco, por tanto, es efímero, tiene una vida breve. Las palabras se las lleva el viento, y las palabrotas se disuelven en el éter en pocos segundos. Así debe ser.
Por eso me horroriza ver un taco inmortalizado en letra de imprenta. ¿Qué hace esta ordinariez aquí, sobre el folio blanco, en medio de una carta de amor o de un e-mail de negocios? Esas palabrotas no se las lleva el viento. Son fósiles sin vida ni sentido, cadáveres mal enterrados. Lo escrito escrito está”, como dijo Poncio Pilato". Y la lírica se convierte en bazofia, apesta. 
Nunca escribáis un taco en este globo. Lo borraré al instante y trataré de desinfectar la zona en la que cayó y sus alrededores.
―Además, ¿a quién se le ocurre poner tacos por escrito, querido Kloster?
―Elemental, colega; a los que carecen de vocabulario para expresarse con eficacia; o sea, a los tartamudos mentales.
 
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