Sunday, September 22, 2013

“Ante todo, te ruego que  hagáis peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todas las autoridades, para que podamos llevar una vida tranquila y apacible, con toda piedad y decoro. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador” (San Pablo I Timoteo, 2, 1). De la segunda lectura de la Misa de hoy.
Rezarpor los que gobiernan las naciones y el mundo es algo que la Iglesia ha practicado desde los primeros siglos del cristianismo. San Pablo se lo recuerda a Timoteo, a pesar de que esas autoridades serán las que poco después lo llevarán al patíbulo.
Todo esto no tiene nada que ver con la política ni con las ideologías, sino con el cuarto mandamiento del Decálogo. Podrá gustarnos más o menos un gobierno, y es normal y saludable que utilicemos todos los medios legítimos a nuestro alcance para sustituirlo cuando sea el caso; pero, entre tanto, pedimos a Dios que les ayude; que se conviertan al Señor; que ejerzan su trabajo con rectitud y honradez; que busquen el bien común de sus ciudadanos (no sólo el “interés general”) y que gocen siempre de salud de alma y cuerpo.
 
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