Saturday, September 21, 2013

Tengo unos prismáticos formidables que me regalaron hace años. Demasiado buenos para un pajarero jubilado; pero a veces me sirven para contemplar la luna. Hoy quiero mirarla a la cara antes de acostarme. Está llena y tan luminosa que ha apagado casi todas las estrellas
¿Por qué no se deja mirar la luna? Juega al escondite conmigo ocultándose una y otra vez  detrás de las pocas nubes que hay en el Cielo. Quiere que me quede un rato a su lado. La noto cansada. Tiene los ojos tristes.
No me he vuelto romántico ni quiero decir más cursilerías que las necesarias. Me siento en un banco y vuelvo a apuntar a la luna con mis prismáticos. El que me los regaló había escrito una breve nota: “con estos prismáticos podrás distinguir con toda claridad el color de los ojos de cada pájaro, aunque estén a contraluz”.
Tenía razón. No está triste la luna. Ahora lo veo perfectamente; es que se le ha metido una nube en el ojo derecho y llora.

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