Hevuelto a verle esta mañana en el muelle de Las Arenas. Fuimos muy amigos hace cien años y creo que podríamos seguir siéndolo a pesar de lo que me dijo hace algunos meses:
―Me he distanciado de todo. Ahora soy agnóstico católico. Soy católico por tradición y cultura, pero intelectualmente no puedo creer en Dios.
Entonces no le respondí nada. No era cuestión de ponerse a debatir cuestiones filosóficas a la puerta de una panadería. Hoy, sin embargo, nos hemos visto en circunstancias más favorables: los dos caminábamos a buen paso junto a la ría sin más propósito que el de hacer un poco de ejercicio.
Se le ve en forma; un poco gordo, pero con buen aspecto. Lo peor, el chándal: verde y amarillo con unas hojas de roble bordadas en el pecho.
―Te ha tocado en una tómbola, ¿o qué?
―Es ecológico ―responde satisfecho―. ¿No te gusta?
―La verdad..., me parece un pelín hortera.
―Los curas no sabéis nada de esto. Además, ya te acuerdas lo que dice Jesús: “no juzguéis y no seréis juzgados”…
―Veo que sigues con tu agnosticismo católico.
Tuerce el gesto y me invita a un café. Me cuenta que anda con problemas “de bronquios”; que no debería fumar y fuma. Además le han quitado un riñón por “un tema” serio y la semana que viene le van a hacer un chequeo completo.
―Tú reza para que no me encuentren nada.
―Con una condición ―le digo―: que tú reces por mí.
No ha dicho ni sí ni no. Ha preferido salirse por la tangente.
―¿Has visto como han pintado el Puente Colgante? Eso sí que es hortera.
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