Son las once de la noche y regreso a mi dormitorio. Antes de apagar el ordenador, abro el buzón del correo electrónico y encuentro tu e-mail. Te imagino escribiéndolo con tu IPad muy lentamente. Siempre fuiste hombre meticuloso y preciso. Jamás te excedes. Te dije alguna vez que escribes como un notario que va por la vida levantando acta. Por eso me ha sorprendido tu mensaje de esta noche:
“Ayer me confesé con Father A. Al acabar, he examinado de nuevo todos los años de mi vida consciente, y no recuerdo haber tenido nunca unos días tan alegres como éstos."
Por cierto, no me dices nada de cómo te fue la quimioterapia.
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