Mi admirado amigo Enrique García-Máiquez he escrito en la revista “Nuestro Tiempo” un precioso artículo titulado Legalitis y decretiosis. Lo tenía bien a mano, pero hasta hoy no lo he descubierto: estaba demasiado lejos; en la página 47.
No voy a resumirlo, que nadie se alarme. Mi tocayo habla del sentido del Derecho como garante de la libertad y sobre la fiebre legisladora y reglamentista del Poder, que pone las leyes al servicio del totalitarismo.
El artículo me parece perfecto. Tanto que, al acabar la lectura, le dedico un sincero aplauso en la soledad de mi escritorio. Kloster entra entonces en la habitación para preguntarme:
―¿Se puede saber qué haces?
―Aplaudo. ¿No lo ves? Estoy completamente de acuerdo con lo que dice mi tocayo. Es más; yo mismo he expresado muchas veces las mismas ideas.
Kloster me mira compasivo:
―Ya. Entonces dime, colega: ¿te parece un buen artículo sólo porque está de acuerdo contigo? ¿A quién aplaudes? ¿A tu amigo o a ti mismo?
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