Sunday, April 28, 2013




Había más ciclistas que abejarucos

Eldomingo ha empezado con problemas no muy gratos. A veces los curas debemos ser paño de lágrimas y poco más. A eso he dedicado la mañana en Madrid. A las 12,30, con un pelín de angustia en el centro del pecho, le pido al GPS del coche que me lleve a Arroyomolinos, en dirección sur. La excursión ha valido la pena.
He estado con Marta, Rafa y sus dos pequeñajas ―Belén y Carmen―. Me faltaba por conocer a Rafa, un polifacético traumatólogo que me ha deslumbrado con sus extraños y dilatados saberes. Es un médico humanista, como los antiguos, pero, además tiene algo de ingeniero, arquitecto y decorador. Él mismo ha ido haciendo crecer su pequeño chalet de “Coto redondo” hasta convertirlo en un hogar acogedor, muy amplio y amueblado con gusto.
Lástima que no entienda nada de pájaros, porque vive rodeado por una gran colonia abejarucos que anidan a pocos metros de la casa.
Marta, que alardea de no saber cocinar, ha sabido prepararnos una comida exquisita a base de cuscús a la alemana, lubina a la sal y flan de queso. Todo rodeado de croquetas de la abuela y otras delicias semejantes.
En la sobremesa hemos estado comentando un libro de Rafa sobre un “anatomólogo” español del siglo XVI. Se trata de un estudio científico de altura, pero ha editado también una versión llena de láminas ilustrativas, para indocumentados como yo mismo. Me he traído un ejemplar a Molinoviejo. Palabra de honor que me lo leo entero.
En Molinoviejo me recibe la nieve otra vez. Primero, unos copitos ridículos; luego, copazos. Hoy no saldrá el autillo a marcar su territorio.
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