Friday, April 19, 2013





Hoy amanezco resfriado. Al  menos es una novedad, y como la cosa no parece tener importancia,  entre toses, estornudos y lágrimas consigo preparar la meditación de la mañana. Me miro en el espejo y digo sólo dos palabras en voz alta para ver cómo suena mi caja torácica:
Sayonara, Baby
Lástima, mi voz todavía no se parece nada a la de Terminator, que es una voz muy idónea para predicar de madrugada.
Terminada la Misa, alguien ha dejado junto al café con leche y el zumo de naranja una caja de paracetamol en comprimidos de un gramo. Estos detalles son siempre conmovedores, pero yo recuerdo aquellos viejos tiempos del tradicional ponche nocturno: un copazo de coñac y leche caliente (la leche no es imprescindible).
Dicen los expertos que la terapia del ponche no cura, que es mejor abstenerse de bebidas alcohólicas. ¡Qué sabrán ellos!
Que nadie me dé consejos terapéuticos. Sólo necesito decidir la marca del coñac.

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