Leoen los papeles que los obispos “presionan” para que se modifique la ley vigente del aborto. ¡Hay que ver cómo son de aguerridos nuestros amados obispos!; con solo opinar, ya presionan. Pero es que además los obispos no piden modificaciones; quieren que se suprima esa ley y también la anterior; que se proteja la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural.
Leo también las declaraciones de un presunto líder que se parece mucho a José Mota. Asegura que si se modifica la ley (o sea eso que no piden los obispos), denunciará el concordato del Estado Español con la Santa Sede. Bien, Alfredo, bien. Ya, por el mismo precio y para hacer más “presión” podrías oponerte a los acuerdos entre el gobierno y la Liga de fútbol profesional. A ver si vemos más partidos en abierto.
Vuelvo al periódico, y veo que el Ministro que se propone modificar la ley para que los abortadores maten menos, dice que “los obispos no están contentos con la reforma”. ¡Estupendo! De eso se trata. Que se enfaden un poco los obispos, que se pongan de morros. ¡Somos más malos…!
Luego leo (y oigo por la radio) las distintas posturas de un grupo de biempensantes de derechas. Aseguran que no hay demanda social, que la ley de “supuestos” está bien, que tampoco podemos “alejarnos de Europa” elaborando una ley demasiado conservadora… Y se les llena la boca de eufemismos como “derechos reproductivos”. “interrupción voluntaria del embarazo” y cosas así.
Todos ellos saben ―porque es imposible negarlo― que eso que llaman “feto” o “embrión” es un ser humano vivo y que “interrumpir el embarazo” equivale a matarlo; pero nadie lo dirá. “Hay demasiados radicales en este debate” ―apostilla un sociólogo―.
No veo yo que haya tantos. “Radicales” son los que va a la raíz. Prefiero que me llamen radical a que digan que me ando por las ramas.
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