Éste podría ser uno de aquellos "supermicrovídeos" de Alfonso Sanz, pero no sé cómo interpretarlo. Parece que el ateo es gruñón por no creer en nada; pero uno conoce gruñones de todas las creencias y pelajes.
Sí que es cierto, en cambio, que la fe ayuda, y mucho, a conservar el buen humor y el sentido del humor.
Por cierto, Alfonso, ¿donde estás? A ver si tienes un detalle con este globo
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