Pollofrito, mi mendigo favorito, ayer se lanzó sobre mí nada más verme:
―Padre, padre, ven…
Eran las diez de la mañana y ya olía a vino por los cuatro costados.
―¿Cuánto has bebido hoy?
―Casi nada… Ven.
Me arrastró hasta una tienda pequeña de alimentación que hay junto al mercado.
―Págales lo que les debo…
―¿Quieres que yo pague tus deudas?
―Es muy poca cosa…
Le pedí que me esperara en la puerta mientras yo hacía cuentas con el tendero, que resultó ser un tipo orondo y simpático.
―Este señor me debe 3,50 euros de cerveza. Podría perdonárselo, pero no quiero que venga por aquí con toda su tropa en busca de bebida gratis.
Saqué 3 euros y medio del bolsillo. El tendero hizo ademán de cogerlos, pero me los devolvió disimuladamente mientras decía en voz muy alta:
―Dígale que ya lo ha pagado usted.
Al salir de la tienda Pollofrito me dio una palmadita de agradecimiento y añadió:
―El próximo día te invito a boquerones.
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