Tuesday, July 2, 2013



Este año aún no he probado los calores del verano. De tanto moverme por España, he logrado esquivar los treinta y tantos grados que, según parece, ya se han instalado en muchos lugares de la Península. Aquí no: Riaza sigue vestida de primavera y hasta los pájaros lo celebran. Esta noche una mano enemiga ha encendido la calefacción. Tampoco era para tanto, la verdad.
Por la mañana tenemos Retiro. Asisten una veintena de mujeres jóvenes, que dedican el poco tiempo libre de que disponen a trabajar en clubes juveniles. Ya nos conocemos de otros años, y tengo la impresión de que esperan de mí que cuente las mismas historias de la última vez. Como son buenas chicas, no me lo tienen en cuenta y hasta me dan las gracias por repetirme tanto. Se conoce que prefieren que no haya sorpresas.
A la una del mediodía salgo del confesonario y doy un paseo al sol por los alrededores de la casa. Nunca he visto Riaza tan verde y tan florecida. Saco una foto a ciegas con el IPad y trato de rezar la primera parte del rosario; pero se me llena de pájaros la retina y la cabeza se va a la meditación de esta tarde. Tengo que hablar de la presencia real del Señor en la Eucaristía. Es la presencia de las presencias; pero Dios también canta en el trino del jilguero que ahora me acompaña, y hasta me acaricia con la brisa fresca que viene del Norte.  
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