Saturday, November 16, 2013

Dicenque la nieve se irá pronto; que mañana la lluvia limpiará las carreteras y enlodará el jardín, pero bienvenidos seáis a Molinoviejo, primeros y efímeros copos del invierno.
Ayer, mientras escribía, sonaba en mi ventana el canto del sirimiri. No duró mucho. Se hizo silencio y el aire se tiñó de blanco.
Esta mañana el jardín estaba radiante. Alguien debería haber puesto un letrero: “respetad la nieve; no la piséis”. Pero llegó Javier con sus zapatones, y yo mismo salí a dar un paseo con un bastón y un rosario.
He predicado en el oratorio de la casa antigua. Las asistentes al curso de retiro no quieren marcharse sin utilizarlo al menos una vez. Me tocaba dar la meditación sobre la Eucaristía, y, quién sabe por qué, me he detenido en aquel “aposento grande” que encontraron los apóstoles en Jerusalén donde todo estaba ya preparado para la Cena de la Pascua.
He hablado de la preparación material de la Eucaristía: los manteles limpios, los vasos sagrados, los candeleros. Y el alma de cada uno de los que vamos a recibirle. Fuera seguían cayendo copos de nieve en silencio; eran blancos y pequeños como las hostias consagradas que también caen del Cielo para visitarnos. 
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