Saturday, November 9, 2013



Medespierto a las seis de la mañana y comprendo que el sueño no va a volver. Aún tardará en clarear el día, pero el espectáculo que veo desde mi habitación es incomparable. 
Las luces del puerto abrazan la ría como un collar llameante. El cielo parece limpio de nubes. En el horizonte se enciende y se apaga la señal luminosa de un barco que se acerca.
Me viene a la memoria una afirmación de Benedicto XVI: “Creer no es otra cosa que, en la oscuridad del mundo, tocar la mano de Dios, y así, en silencio, escuchar la Palabra, percibir el amor”
Empiezo el rezo de la liturgia de las horas.

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