Friday, December 13, 2013




Megusta la palabra sirimiri porque acaricia la piel como esa lluvia fina de mi tierra.
Abandono los hielos y las nieblas y entro en el confort del sirimiri, del prado verde y la mirada húmeda de las vacas.
El sirimiri me habla de moderación, de paz, de paraguas compartidos y chiquitos musicales en la barra del bar.
En la cafetería de Altube, muy cerca del monte Gorbea, hay dos paisanos enfadados. Gritan en vascuence y blasfeman en castellano. Uno de ellos, al verme, me pide perdón.
No le contesto. Quizá debería decirle que, si queremos convencer, no aplastar, al otro, nuestras opiniones deben caer como el sirimiri, en voz baja. Esa lluvia fina empapa el alma mucho mejor que un aguacero.


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