Thursday, December 5, 2013



―¿Qué puedo escribir hoy si aquí no ha pasado nada?
―¿Nada? ¿Estás seguro?
―Dímelo tú; en Molinoviejo todo sigue igual. El curso de retiro continúa en silencio. La brisa se ha despedido y ni siquiera ha venido una nube para hacerme compañía.
―Te diré lo que has hecho hasta ahora mismo. Has predicado cuatro veces a cuarenta y dos hombres del Opus Dei de todas las clases y edades. El mayor ha superado los ochenta años y el más joven andará por los veintitantos. No has tomado nota de las profesiones, porque son tan variadas y dispares que las olvidarías enseguida.
―Luego he charlado con cuatro o cinco a solas…
―Sí. Y, reconócelo, hasta te has emocionado al comprobar cómo el Espíritu Santo trabaja sin descanso en el alma de los que le buscan sinceramente.
―También he ido a la ermita de la Virgen. Hacía frío, pero se estaba bien allí y no me ha costado darle gracias por lo mucho que he aprendido de estos hombres y por los milagros que sigue haciendo cada día.
―En la última meditación has hablado del Cielo…
―…y he dicho muchas tonterías…
―Tienes razón; pero ¿acaso es posible hablar del Cielo de otra forma? Has estado bien, colega, dentro de lo que cabe. Y me parece que has comenzado a dibujar en el aire un esbozo de ese libro que aún no has escrito y pesa sobre tu conciencia como una losa; el que te pidió don Fernando, sobre el Cielo. Podrías titularlo: “la vida eterna se parece…”
―No sé, Kloster, no sé.
―De acuerdo; no sabes. Pero reconoce que hoy han pasado muchas cosas en Molinoviejo.
―Además, he recibido un poema para la Virgen.
―¿Un poema?
―Mañana…
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