Los tomates de antaño son cuatro hierbas hogaño
Llora y llora la lagarta,
llora que llora el lagarto
por un huerto que tenían
y que alguien ha robado.
Era un plantío pequeño,
aunque fértil y lozano,
que a nadie perjudicaba.
¿A quién podía hacer daño
un cultivo tan modesto
en un patio tan canario?
Fue campo de berenjenas
de tomates colorados,
de enormes pimientos verdes,
de almendros recién plantados,
que crecían lentamente
para dar sombra al lagarto.
Reptaba la calabaza.
Sus hojas de gran tamaño
se extendían como alfombra
de un verde pálido y glauco.
Es cierto que había insectos,
pero el astuto lagarto,
los detectaba al instante
y raudo como un relámpago,
los devoraba de un toque
con lengua fugaz de saurio.
Ahora termina el banquete,
ya no hay vida en este patio.
El lagarto y la lagarta,
la lagarta y el lagarto,
han dispuesto el equipaje
para emigrar a otro lado
donde encuentren berenjenas,
pimientos grandes y honrados,
insectos de pata negra,
y, de postre, quizá un plátano.